Por Luis Ángel Delgado Flores
La pregunta que
encierra el título de la presente columna es bastante amplia, demasiado en
comparación con las cortas líneas que comprenden estos artículos que se
presentan en el blog; sin embargo es muy necesario en estos momentos, yo diría
determinante y decisiva por la coyuntura en que vivimos y de cara a lo que se
viene en nuestro futuro inmediato, comenzar a pensar, reflexionar y escribir al
respecto. En ese sentido considero conveniente proceder a hacerlo en diferentes
publicaciones de ahora en adelante, de tal manera que podamos de manera
progresiva compensar lo corto del espacio designado para este fin, y que pueda
ser presentado de manera integra en otro formato o quizás en otro medio más
adecuado y acorde para ello.
Debo confesar que la
mencionada pregunta viene rondando mi cabeza desde hace buen tiempo y estoy
seguro que de varias personas también, aunque parece ser que la gran mayoría de
estas no se encuentran desempeñando un cargo político o alguna función pública,
salvo muy honrosas excepciones. Ahora bien, el asunto pasa por dónde empezar,
y para ello me parece conveniente
abordar esta temática por establecer “que no debemos ser”, para que en base a
ello se señale una ruta por la cual comenzar y construir una propuesta seria,
honesta y bien intencionada de lo “que debemos ser”. Para establecer y
determinar la primera cuestión, acerca de lo que no debemos ser, es necesario
proceder a dar una mirada a nuestra historia y sobre todo de la época reciente
y para ser más precisos de los últimos gobiernos que hemos tenido incluyendo el
actual que ya cumplió no hace mucho un año de “gestión”. En realidad la vida de
un país pasa por diversos ámbitos como la salud, la educación, el medio
ambiente, la economía, el transporte, etc., que se encuentran hoy en día en
estado de una “crisis total” por la que atraviesa en general todo el “Sistema”,
debido un manejo equivocado del Estado por parte de los gobernantes y
autoridades, pero también en buena medida por irresponsabilidad e indiferencia
del pueblo y en eso si debemos ser claros y sinceros con nosotros mismos, la
negativa realidad que tenemos hoy en día es un producto y a la vez un reflejo
de nosotros mismos, pues esas miserias y
desgracias que vemos afuera, también se encuentran por dentro de los hombres y
que ha conllevado a que a tengamos actualmente una sociedad desigual,
discriminadora, violenta, individualista, materialista y contaminada. Perfil de
medio social que ha sido alentado, impulsado y hasta financiado por los mismos
gobiernos, contando con el apoyo de los poderes económicos y respaldado por la
élite religiosa y protegido en muchas oportunidades con el uso de las armas del
propio Estado.
Lo manifestado en
forma precedente, bien puede sintetizarse en lo hasta ahora visto durante el
primer año del régimen humalista, que en tiempos electorales se presentaba como
la propuesta política hasta cierto punto diferente a las demás presentadas por los principales candidatos
presidenciales, lo que motivo a que a un gran números de peruanos hayamos
apoyado con nuestro voto un programa de gobierno que enarbolaba las banderas
del nacionalismo como ideología que lo sustentaba y que hacía albergar ciertas
esperanzas -como vuelvo a insistir- de que si bien no se iba a realizar la gran
transformación que se pregonaba, al menos se podía iniciar un importante cambio
de rumbo, acompañado de importantes reformas en el aparato estatal,
principalmente en el campo económico relacionados a la administración de los
recursos públicos y las actividades productivas que a su vez están íntimamente relacionadas
con el manejo de recursos naturales y el intereses de los grupos poblacionales
vinculados a ellos.
Lo cierto es que
transcurrido un año de gobierno de Ollanta Humala y contra casi todo pronóstico
para alegría de quienes perdieron las elecciones y para tristeza y frustración
de quienes lo apoyaron, el estados de cosas, salvo por el cambio de rostros se
mantiene casi intacto, es decir persistimos en mantener un modelo económico
ligado a los postulados de un neoliberalismo a ultranza dictados desde los
centros del poder económico mundial (FMI, Banco Mundial –prueba de ello es que
nuestro actual ministro de economía sea un empleado destacado por ésta
institución a nuestro país-, etc.) que ahora en estos momentos se encuentra
atravesando la peor crisis de sus historia y que va camino al colapso en muy
poco tiempo –como se puede apreciar con la decaimiento de importantes economías
con la de Estados Unidos, España, Portugal, el mismo Italia que se encuentra
amenazado, Grecia literalmente en la banca rota, entre otros- y pese a ello se
continúa defendiendo celosamente éste modelo, que se trata de un enfermo que se
encuentra en cuidados intensivos y camino a la muerte, al cual se le sigue
alimentando con un voraz neoextractivismo, que está atentando de manera
criminal contra la vida en sus diferentes formas, porque nos está dejando sin
recursos marinos, sin bosques, sin ríos, con menos áreas agrícolas, con más
desiertos de arena pero también verdes (debido a los monocultivos), pero
también con enfermos y muriendo lentamente principalmente por las actividades
mineras, que tantos conflictos ha ocasionado y en cuanto al manejo de los
mismos, su tratamiento no ha experimentado mejora alguna en lo que va de éste
gobierno y que por el contrario el futuro se presenta sombrío debido al
considerable número de muertes y heridos en tan solo el primer año de gobierno,
con cifras que son muy altas e incluso sin precedentes.
Pasando a un plano
administrativo, si bien es cierto ha existido algunas medidas que variado la
forma; sin embargo en cuanto a lo sustancial es decir sobre el fondo, podemos
decir que las cosas poco han cambiado y menos que han mejorado, tan así que en
no pocas instituciones se aprecia una continuidad de funcionarios y servidores
públicos colocados por el gobierno aprista y que pueda explicar en gran medida
de porque el servicio de la administración pública continua siendo muy deficiente,
como también la corrupción que en ella campea, fomentada y realizada por los de
siempre, pero también por los nuevos que han ingresado en éste gobierno, los
destapes y escándalos siguen al orden del día, que empiezan desde la misma
familia presidencial, pasando por el entorno más cercano del presidente y que
se prolonga hasta la punta más lejana del poder político, como siempre y para no
romper con la costumbre y con ésta clase de tradiciones que malsanamente
estamos acostumbrados a conservar y que se expanden y circulan cual sangre
infectada por VIH por todo el aparato estatal, no solo en ejecutivo sino
también en el legislativo y qué decir del poder judicial, en donde los demás
instituciones como los organismos constitucionalmente autónomos no se encuentran
exentos de éste virus, que pulula en gran parte de la población quien
finalmente alimenta con sus acciones y decisiones esa enfermedad que invade al
Estado.
Ahora lo que sí es
claro que las desgracias y miserias que podamos estar padeciendo no podemos
achacarlas a Humala y su gobierno, puesto que constituye una continuación de
regímenes anteriores y de malas costumbres que llevan casi cinco siglos en
nuestro país, es muy difícil eliminarlas en poco tiempo, sumado a la gran
maquinaria con la que cuenta la gran burguesía peruana (en dinero, tecnócratas
y medios de comunicación) apoyados por el gran capital mundial, que siempre
trata de sabotear y poner obstáculos ante cualquier reforma que vaya en contra
de sus intereses y en beneficio del pueblo. Pero lo que si debemos enrostrarle
a Humala es su rápido y súbito viraje hacia una posición conservadora y
continuista, a dejar de lado a las personas que lo apoyaron en la elaboración
de su original plan de gobierno, por haber cedido de manera tan fácil a los caprichos
de los grupos de poder y sobre todo a atentar contra los pueblos que lo
respaldaron con su voto en las pasadas elecciones; a menos que el espectáculo
montado en la campaña haya sido una vil estrategia para acceder al poder,
alguien podría decir, total ha sido una constante de nuestra historia
republicana apelar a la mera demagogia para llegar al poder. Sea cual fuera las
razones de la posición actual del presidente y de su gobierno, también es
notorio su falta de liderazgo que ha mostrado en la conducción del Estado,
mostrando un perfil sumamente bajo incluso ante situaciones de gran relevancia
como los conflictos socioambientales, lo que indica una falta de convicción y
de fe en sí mismo, de la cual adolecen aquellos que carecen de fortaleza en su ser
interior, por no escuchar la voz de su conciencia y por tanto no pueden actuar
con la fuerza creadora que se necesita para enfrentar las adversidades y a
quienes se consideran desde hace mucho tiempo los dueños del Perú.
En realidad podríamos seguir escribiendo sobre
este primer año del gobierno de la “gran continuación” –y de la decepción
dígase de paso-, pero retomando la parte inicial de esta columna; tenemos que a
partir del somero análisis de lo apreciado por el gobierno pues podemos
encontrar las antítesis de lo que no debemos ser, ni hacer en nuestro país. Es
decir que debemos aspirar como país y como nación a no estar sujetos a un modelo económico que se sustente
en modos de producción que atenten contra la vida no solo de los hombre sino
también de la flora y la fauna y de los elementos que generan la vida, para
poder obtener recursos para hacer más ricos a los ricos y que los pobres sigan
siendo pobres y marginados por éste sistema, con gran cantidad de personas
enfermas, con desempleo o uno precario, discriminados por su posición social,
que se evidencia en el trato que reciben en las instituciones públicas en donde
se ven relegados frente a otros que tienen una mejor condición económica. Pero
también no debemos pensar en un país en donde cunde la violencia y la
inseguridad precisamente como productos en gran medida por la inequidad del
sistema, pero también debemos rechazar un país que se encuentre engullido por
la corrupción de gobernantes pero también de gobernados, debemos descartar un
país con un pueblo ignorante y desinformado por un sistema educativo mediocre y
con medios de comunicación que embrutecen y desinforman y que además fomentan
la práctica de antivalores que han llevado una degeneración de nuestra sociedad
hasta niveles jamás vistos.
El gran propósito de
cortas líneas, ha sido resaltar la gran necesidad existente, de abrir un amplio
debate nacional acerca de qué país necesitamos y que debemos construir en el
futuro inmediato, pues es de vital importancia establecer el rumbo y la ruta
que debemos seguir, porque nuestros gobernantes y los que aspiran a serlo
próximamente simplemente se conforman con seguir en los mismo e ir pasivamente
rumbo al despeñadero al cual nos quieren conducir a todos. Creo que existen
muchas personas muy leídas y preparadas en el Perú con una visión bastante
clara de los problemas que nos aquejan y de lo que no debemos seguir haciendo
en nuestro país, pero además de ello se requiere de hombres inteligentes, creativos e íntegros, para
generar ideas que se vean plasmadas en propuestas que se consoliden en planes
verdaderamente alternativos para la población basados en el respeto de la vida,
la libertad, la justicia y la paz, porque éste sistema y el modelo que viene
imponiendo sencillamente no da para más, es completamente inviable para la
subsistencia del planeta y por lo tanto está condenado a morir por aquellos
hombres y mujeres que quieren supervivir en estas hermosas tierras del cóndor,
por ello deviene como algo inexorable e inevitable el “HACER NUEVAS TODAS LAS
COSAS” y así debe ser, hacia ello debemos apuntar todos nuestros esfuerzos
ahora en adelante.
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