miércoles, 3 de octubre de 2012

De la enfermedad, la muerte y otros demonios


 por Fiorella Sánchez Lapoint



Quiero comenzar haciendo un pequeño análisis de algunas cifras que maneja la OMS , esto obviamente hablando de aproximados porque es casi imposible que un organismo, cualquiera que sea, determine con certeza todo lo que sucede en cuanto al ámbito de salud en cada lugar y a cada instante. Hay muchísimas personas más… muchas más como usted o yo que apenas nos hemos enterado de que estamos padeciendo alguna enfermedad, a veces sin percatarnos.

De los 7 mil millones de habitantes en el mundo (cifra aproximada a finales del 2011):

·         Hay cerca de 1000 millones  de mal nutridos, en su mayoría habitantes de países pobres.

·         300 millones de adultos padecen de obesidad

·         750 millones personas padecen de sobrepeso.

·         Un tercio de la población mundial enferma por alimentos contaminados y cerca de dos millones mueren cada año por enfermedades relacionadas por ingestión de micro-organismos presentes en la comida

·         Cerca de 400 millones de personas sufren de enfermedades respiratorias crónicas.

·         17.5 millones de personas mueren por causa del cigarrillo

·         En 2008, 36 millones de personas murieron de una enfermedad crónica, de las cuales la mitad era de sexo femenino y el 29% era de menos de 60 años de edad. A diferencia de las muertes por enfermedades infecciosas –que disminuirían en un 3% hacia 2015- la mortalidad asociada a enfermedades crónicas, llegada esa fecha, aumentaría en un 17%.

·         Según un informe sobre la salud en el mundo del 2004, en el 2002 murieron 57 millones de personas en todo el mundo. De ellas, las enfermedades y causas de muerte más frecuentes son: cardiopatía isquémica, afecciones cerebrovascular, infecciones de las vías respiratorias inferiores, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, afecciones perinatales, enfermedades diarreicas. Cabe señalar que el VIH/Sida ocupa el cuarto lugar con 2.8 millones de fallecidos, así como la tuberculosis con 1.6 millones de muertes en un año.

Y si bien todas estas cifras pueden sonar pequeñas en relación al enorme número de habitantes en el planeta no podemos olvidar la alta tasa de mortalidad por accidentes, negligencias, violencia social, hambre, etc. Solo por dar un ejemplo , cerca de 1,3 millones de personas mueren cada año en accidentes de tráfico en todo el mundo.Podríamos decir, en tono de sorna, como diría uno de aquellos programas que pululan en nuestros medios que: “la muerte está en todas partes “. Sin embargo, pensémoslo un poco más, existen  enfermedades relativamente nuevas, muy antiguas (algunas sin cura hasta la actualidad), psicosomáticas, infecciosas, auto degenerativas, hereditarias, etc. , etc, como para regalar (y no, no siempre nos vienen las enfermedades de a gratis , algunos hasta pagan por ello) y uno podría preguntarse , lo primero que se me viene a la cabeza es  ¿porqué existen tantas enfermedades?  

 A partir de  esta podríamos plantear una infinidad de preguntas complementarias, que nos ayudarían a contestar esta primera, como: por qué hay una ola de cáncer, obesidad, diabetes,  sida o de pandemias progresivas y violentas, por qué con tanta tecnología existente aun persisten enfermedades tan antiguas como la peste o la lepra,  por qué las medicinas difieren tanto de precio entre un genérico y uno de laboratorio de marca, por qué si las enfermedades son psicosomáticas tratamos el cuerpo pero no nuestro pensamiento, por qué se ha descuidado tanto el aspecto de la salud mental (por lo menos en nuestro país), por qué  aún se usan fármacos que solo  acallan los síntomas, por qué tenemos una medicina orientada a crear una guerra en nuestro organismo que mata nuestras propias defensas  y muy pocos medicamentos que repotencien nuestro sistema de defensa , por qué investigaciones que llevaron a la cura del cáncer en pacientes terminales no se ha difundido , porqué René Quinton quedó en el olvido, por qué hay mercurio en las vacunas, porqué se confía tanto es este tipo de medicina alopática y se desprecia ( muchas veces)  las terapias alternativas; por qué , por qué , por qué ….. y podríamos quedarnos horas  preguntando, pero el artículo se haría demasiado extenso para contestar solo estas pocas. Además existe información de sobra disponible en medios como este. Lo realmente importante es entender la dimensión de la enfermedad y lo valioso de la  salud porque es un aspecto inherente, ¡vital! para nosotros.

Por otro lado, con respecto a la mortalidad causada por accidentes, negligencias, conflictos armados, violencia y criminalidad es necesario plantearse  si  nuestra naturaleza es inherentemente conflictiva, animal y si es inevitable que no seamos seres humanos íntegros, bondadosos o  capaces de convivir con nuestro entorno en paz.  Personalmente no lo creo, si así fuera  no tendríamos paradigmas de seres humanos grandiosos, valientes y maravillosos como Jesús, Gandhi, Buda y otros tantos que  han calado en nuestras vidas o en nuestra historia y nos hacen mantener la esperanza en una humanidad nueva, honesta, sana, ecuánime, lógica, bondadosa, capaz de supervivir en el planeta sin arrasarlo, una humanidad armoniosa, amorosa, dadivosa, consciente, muy viva y muy humana con la  humildad y la comprensión de sus errores y con la grandeza de asumirlos y de aprender de ellos con calma y tolerancia.

Solo queda decir, para finalizar, que  muchas de las enfermedades y causas de la mortalidad que nos aquejan son evitables y  reversibles e incluso  son avisos de ultima ratio indispensables  para cambiar nuestra vida.

Personas, movimientos  e incluso la ciencia ya  apuestan por la medicina alternativa, por una educación holística, por una restructuración  del  pensamiento más cercano a la espiritualidad y el amor y por  una vida que nos lleve a vivir en equilibrio con el universo; porque  la enfermedad  no es un reflejo de un cuerpo enfermo, así como el estado alarmante de nuestro planeta no es un reflejo del planeta en sí, sino que es un reflejo de nuestros pensamientos, de nuestro hablar, de nuestro accionar y de nuestra falta de acción.
Es hora de aceptar, de una vez por todas, que no vivimos aislados, que funcionamos todos como un perfecto engranaje interconectado con todos los demás seres de este planeta y  que la muerte por causa distinta a un ciclo de vida terminado y vivido a plenitud  es un evento dramático y doloroso  por no ser  natural.
La vida no puede  solo resumirse a nacer, crecer, reproducirse y morir sin saber cual fue la razón primigenia que dio origen a este ciclo que,  aunque interesante y pleno,  no es más que una herramienta para descubrirnos y encontrarnos en esta experiencia humana.

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