Por Randall A. Lamadrid La rosa.
¿Han oído hablar del cuento de La Vaca?
sí…aquella historia que cuenta que un viejo maestro-con la finalidad de mostrar
a uno de sus discípulos la razón por la cual muchas personas viven atadas a una
vida de mediocridad y conformismo- decidió una tarde que ambos visitaran uno de
los parajes más pobres de una provincia. Estando allí se instalaron en la más
humilde de las viviendas…una casucha de apenas seis metros cuadrados donde
vivían ocho personas; y cuyo único patrimonio-que las separaba de la miseria total-
era una flacuchenta vaca de cuya leche se conformaban para sobrevivir. Pues
bien, por la madrugada maestro y discípulo se levantaron con la finalidad de
partir, y entonces el primero le dijo al segundo “Es hora de que aprendas la lección que nos trajo a estos parajes”...Ante
la incrédula mirada del joven, súbitamente el anciano sacó una daga que llevaba
en su bolsa y de un solo tajo degolló a la pobre vaca que se encontraba atada a
la puerta de la vivienda… dejando atrás aquella macabra escena, maestro y
discípulo partieron... Durante los días siguientes al joven le asaltaba una y
otra vez la nefasta idea de que, sin la vaca, la familia seguramente moriría de
hambre… La historia cuenta que, un año más tarde, los dos hombres decidieron
pasar nuevamente por aquel paraje para ver qué había ocurrido con la familia.
Para su gran sorpresa, sobre el mismo lugar donde se había levantado la
miserable casucha, se levantaba ahora una nueva y bella vivienda, y la pobre
familia, lejos de morirse de hambre, y al no tener a la vaca como pretexto para
pensar y desarrollarse, había progresado y era una de las familias más
progresistas de la ciudad. La historia concluye cuando el joven, quien escuchaba atónito la increíble historia, “entendió finalmente la lección que su sabio
maestro quería enseñarle…” .
Este
ilustrativo cuento, del escritor latinoamericano Camilo Cruz, resulta la más
excelente parábola que he encontrado para explicar el estado de error que se
vive en países biodiversos como el nuestro. En efecto, desde la palestra
política y económica, pasando por la propaganda publicitaria e incluso ciertos
sectores académicos, se oyen voces que han colocado a nuestro país el
desafortunado cliché de “país minero”: éste es un slogan que a menudo es
utilizado por los gobiernos regionales para justificar las actividades mineras
de las localidades afectadas. Todo ello ha generado un pernicioso paradigma
mental en la ideología de todos los peruanos: Que explotación de recursos es
sinónimo de desarrollo económico. Sin embargo, se ha olvidado que los problemas
ambientales en el Perú nos están generando mayores problemas que reales
beneficios. Estamos cayendo en un desarrollismo ingenuo al haber excluido la
regulación ambiental en el tema del aprovechamiento de recursos. Las externalidades,
la grave contaminación del ambiente, los conflictos socio-ambientales y la
corrupción, son algunos testigos de ello. En efecto, estudios preliminares nos
muestran que en nuestro país el gasto
público y privado llegaría apenas al 0.61% de PBI. De otro lado, el costo que sufre el país como consecuencia del
deterioro ambiental es aproximadamente un 3.9% del PBI anual (alrededor de 8.2
billones de soles), como lo revela un informe del Banco Mundial sobre la
situación del desempeño ambiental, en el Perú.
Dentro de este contexto, se sabe que la actividad minera es la principal
actividad económica generadora de divisas para el país (más del 50% de
divisas por exportaciones en el Perú provienen de la actividad minera). A la
par, más del 50% de los conflictos
internos en el Perú son originados por la minería. Y en su gran mayoría
son conflictos que se originan en 3 temas principales: AGUA Y TIERRA, EMPLEO Y
BENEFICIO. Estos factores son la base central del conflicto socio ambiental en
la actividad minera. En tal sentido,
un informedel Ministerio de Energía y Minas realizada en el
2006 revela que tan sólo en dicho año los pasivos ambientales mineros
existentes en el país, ascendían a un número de 850. Asimismo, el gasto público
en materia ambiental no supera los 150 millones de dólares al año. En
comparación, el propio Ministerio de Energía y Minas ha calculado que el costo
de la atención de los pasivos ambientales mineros prioritarios asciende a 250
millones de dólares.
Queda
claro entonces que PERDEMOS EN DETERIORO MAS DE LO QUE OMITIMOS GASTAR. Pese a todo, se sigue sosteniendo la tesis de que el
Perú depende muchísimo de los beneficios por explotación de recursos naturales,
sobretodo ello lo reafirman los gobiernos regionales cuando hablan de la renta
minera. Sin embargo, los hechos se han encargado de contradecir esta
afirmación, cuando se observa que las regiones donde se explota algún mineral
son a su vez, más pobres y están sometidas a mayores conflictos sociales y
perdida de vidas humanas; que donde no existe tal explotación o beneficio de
renta minera. Hasta la misma historia se ha encargado de contradecir este
paradigma. En el Perú tenemos grandes frustraciones vinculadas a ingresos
temporales que han generado industrias extractivas: Por un lado el guano, que generó
endeudamiento, el caso Dreyfus y mucha corrupción; por otro lado el salitre, que nos generó una
guerra y que nos llevó a perder un territorio.
Hoy tenemos a los minerales y al petróleo que nos
están generando numerosos conflictos socio- ambientales (entre los resaltantes,
el “moqueguazo” y el “baguazo”) y mucha corrupción (el sórdido caso de los
petro-audios, los numerosos pasivos ambientales y la escandalosa exoneración de
impuestos y de fiscalización ambiental a empresas mineras como la
DOE RUN ; son tan sólo algunos ejemplos). Lo hasta aquí
estudiado explica porqué hasta ahora no somos capaces de superar la lapidaria
frase que recogió el sabio Antonio Raymondi cuando dijo “El Perú es un mendigo
sentado en un banco de oro”En efecto, seguimos mendigando el préstamo
internacional, pese a que nuestros insumos son los que alimentan el mercado
mundial, seguimos siendo un país subdesarrollado pese a nuestra biodiversidad y
riqueza natural e histórica.
Señores: La minería sin regulación es corrupción. Y en el Perú lamentablemente no se puede esperar
otro resultado, por los factores internos y externos que hemos esgrimido. Losólo no dependemos de ella para
nuestro desarrollo, sino que más bien su despliegue en el Perú sólo obstruye
nuestra democracia y desarrollo social como nación. Si la ciega explotación sin regulación es una amarga verdad, ¿por qué
entonces en el Perú seguimos creyendo que dependemos de los recursos naturales? Ello
ha sucedido en gran medida por las condiciones de inestabilidad política y
social imperantes, de los intereses de ciertos actores sociales en defender su
status quo, y a la perniciosa publicidad minera que ha confundido el
pensamiento popular.
A manera de corolario, retomemos ahora la reflexión de la parábola
materia del exordio del presente ensayo: los
peruanos somos como la pobre familia del cuento de la vaca, seguimos creyendo
que dependemos de ella: así como es un privilegio que nos enorgullece a nivel
mundial; al mismo tiempo es la inexorable cadena que nos mantiene atados a una
vida de conformismo y mediocridad como país. Nuestra bendición y a la vez, la
connatural maldición de la que no podemos escapar hasta cambiar de ideología y
comenzar a creer en nuestra propia capacidad para ser productivos y generar
posibilidades económicas propias, pues como opina el ius ambientalista IVAN LANEGRA, el tener dinero fácil genera un fuerte incentivo al gasto superfluo.Esto es precisamente lo que está sucediendo, nos abandonamos a la
existencia de unos recursos naturales cuya explotación hoy paralizan nuestras
industrias, nuestra agricultura, nos generan endeudamiento y conflictos
socio-ambientales, así pues “dejamos de pensar y nos conformamos con depredar”
(economía parasitaria) sin tomar en cuenta los desastres ambientales y el
cambio climático cuyos efectos son impredecibles y de consecuencias
devastadoras. vimos en el caso Majes en
Arequipa, luego en el Baguazo y actualmente lo vemos en el Conga: El gobernante
de turno, lejos de apoyar la voz del pueblo se avocó a reprimirla a través de
la policía, del ejercito, e incluso utilizando los medios de comunicación
social, mediante los cuales controla (o en último caso confunde) el pensamiento
popular. Por una vez más: la minería en
el Perú (por historia y datos estadísticos) sólo ha generado corrupción,
desastres ambientales, inequidades y conflictos sociales. Por lo tanto, no
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